lunes, octubre 24, 2005

Ilusa II


No me mires así, no te escondas. No me busques en mis sueños, no me atrapes, no te escapes... no, no me dejes escapar.
No te borres de mis ojos, no te alejes de mi piel. No te quedes en mi mente todo el tiempo, no te instales en cada centímetro de mi cuerpo si no vas a estar cuando te quiera abrazar. No te prendas a mis labios en cada ilusión. No te acerques para mostrar lo lejos que estás de mis brazos. No me hables, dulce voz, con ese tono de paz que no hace más que turbar mi reposo.
No seas lágrima de dolor esta vez, ni grito al vacío, eco. No seas tan solo mi obsesión, la repetición del lamento, de la locura de creer que es posible; no seas la garra que araña mi tranquilidad.
No, no otra ilusión que queda solo en eso, no otra ausencia de quien jamás estuvo, ni la certeza de que nunca vas a estar.
Te digo que no, que no me mires así, que no me busques, que no me toques así, no me abraces, no me beses, te lo grito y despierto de repente.

martes, octubre 11, 2005

Despierto(s)


Preguntándome si debiera volver a encerrarme, esconderme de esos ojos que quisiera que me encuentren. En el silencio de la noche resuena la pregunta y despierta a ese miedo adormecido que quiere instalarse en mi cabeza.
Se despereza y con sus uñas me desgarra, abre los ojos, apolla las dudas y se para. Bosteza y me aturde. Luego grita la respuesta y me desarma. Y no lo sufro, porque sabía que no era para mí esa historia que escribí mientras el miedo dormía, mientras pensaba que podría tener más que sueños, realidades.
Sinembargo... no sé. No vale la pena dejar de soñar, pero quizá deba despertar de golpe, para luego dormirme en nuevas noches, para soñar otros sueños, de nuevos brazos, nuevos besos y suspiros y caricias y todo eso que no tengo.

miércoles, octubre 05, 2005

La danza


Llega la noche al lugar e instala su oscuridad que se interrumpe por la intermitencia de las caprichosas luces que cuando quieren iluminan, y cuando quieren se van, dándole golpes espasmódicos a los visitantes nocturnos.
Invitada a la fiesta, entra de golpe la música, que invade cada rincón, cada célula de los cuerpos que de a poco van dejándola adueñarse de sus movimientos, y tomar control de la situación incitándolos a entrar en la danza sin saber cuando va a acabar. Quizá los primeros rayos del sol invite a detener la exitación del momento, quizá ese sea solo el comienzo. Se hablan, se empapan en la lluvia salada que emborracha la noche con solo tocarla, y el movimiento se hace palabra... y con eso alcanza para sentirse feliz.