Escribo por seguna vez. No sé si esta vuelta va a salir todo lo que quería, si saldrán tan directas las palabras hacia donde necesitaba dirigirlas.
No recuerdo qué pie pisó primero el suelo hoy, ni presté la suficiente atención para percibir si cambiaron de lugar algun escalera y pasé debajo de ella, o si dejé la puerta abierta y entró algún gato negro en casa que pueda haber pasado delante mío sin darme cuenta. No recuerdo tampoco haber derramado sal, ni tengo idea decómo estarán alineados hoy los planetas.
Pero despierto y busco en cajas y estantes, a ver dónde han guardado mis cosas, esas que ordené, que coloqué en un lugar donde sabía que las iría encontrar cuando las necesitara, revuelvo, y no están.
No hay urgencia, lo sé, pero quería tener eso para él, la excusa para que pase por casa. No creo que me conforme con su voz, pero hago el intento. Llamo. Casi inaudibles distingo las palabras: no sé si las nubes, la lluvia, si habré abierto un paraguas dentro de casa sin notarlo, no sé qué es, pero la comunicación se hace difícil debido a interferencias en la línea. Un breve intercambio de palabras, las ganas de calmar mi intranquilidad con su voz suave, serena, dilce y tranquila se acumulan y desgarran.
Buscando sostén en otro lado, en otras voces, otras palabras, me conecto a internet. Saludo, y no hay respuesta. Yo que quería, además, buscar cosas para dar. Esas que mi amiga está esperando. Pero no...
Conectados hace tanto, entra a la red para no hablarme. A la fuerza, logré hacer que no moleste, pero saber que ahora es a MÍ a quien no le habla, que los comunico y los quiero bien para tener la sensación de que no vale de nada.
Sí, envidio. Sin maldad, envidio. Sin el deseode quitar pero con el dolor de sentir que cedo lo mío para estar en falsa calma y quedar vacía.
No recuerdo qué pie pisó primero el suelo hoy, ni presté la suficiente atención para percibir si cambiaron de lugar algun escalera y pasé debajo de ella, o si dejé la puerta abierta y entró algún gato negro en casa que pueda haber pasado delante mío sin darme cuenta. No recuerdo tampoco haber derramado sal, ni tengo idea decómo estarán alineados hoy los planetas.
Pero despierto y busco en cajas y estantes, a ver dónde han guardado mis cosas, esas que ordené, que coloqué en un lugar donde sabía que las iría encontrar cuando las necesitara, revuelvo, y no están.
No hay urgencia, lo sé, pero quería tener eso para él, la excusa para que pase por casa. No creo que me conforme con su voz, pero hago el intento. Llamo. Casi inaudibles distingo las palabras: no sé si las nubes, la lluvia, si habré abierto un paraguas dentro de casa sin notarlo, no sé qué es, pero la comunicación se hace difícil debido a interferencias en la línea. Un breve intercambio de palabras, las ganas de calmar mi intranquilidad con su voz suave, serena, dilce y tranquila se acumulan y desgarran.
Buscando sostén en otro lado, en otras voces, otras palabras, me conecto a internet. Saludo, y no hay respuesta. Yo que quería, además, buscar cosas para dar. Esas que mi amiga está esperando. Pero no...
Conectados hace tanto, entra a la red para no hablarme. A la fuerza, logré hacer que no moleste, pero saber que ahora es a MÍ a quien no le habla, que los comunico y los quiero bien para tener la sensación de que no vale de nada.
Sí, envidio. Sin maldad, envidio. Sin el deseode quitar pero con el dolor de sentir que cedo lo mío para estar en falsa calma y quedar vacía.
Para colmo busco descargar en el blog, procuro la forma mejor para darle a este post. No sé qué hago, y en la pantalla veo nada. Eso que me había gustado, que tomó consistencia, algo mío, de mí, desaparece frente a mis ojos... otra vez la rabia.
El resultado final es este. Resultado de mañana gris, de algo de bronca, de momentos sin ganas.
Soledad que de repente invade con ira, y me deja tirada. (pido ahora ese abrazo, que reconforta mi alma)
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