De las soledades que viví, tal vez la de hoy sea la más pesada. No sé si por ser actual, o por llevar la más hermosa carga.
La soledad de madre es, para mí, la más ardua. Es tener que estar fuerte para evitar a mis tormentos arrastrarla. Es desear desgarrarme y sentir las amarras. Es la pelea constante, el no poder sumergirme y, sin embargo, ahogarme. Es congelar los sentidos, para no abrumarme. La soledad de madre es la soledad negada, escondida, olvidada. Es la que no puede ser, pero está siempre presente, apretando, acechando, mirando de reojo, pisando los talones, apuntando firme al pecho, amenazando. No podés escaparte porque hay alguien a quien cuidar y, al mismo tiempo eso es lo que te obliga a pelear...
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