Notó estar rodeada de estrellas y agradeció infinitamente la luz que llega aveces desde tan lejos, sin perder su fuerza, su pureza e incomparable belleza.
Se emocionó cuando percibió aquellas que tintineando enviaban su calor. Las mismas que aveces parecen estar más apagadas suelen brillar con tanta fuerza que hacen que sus ojos se ceguen por las lágrimas.
Se emocionó cuando percibió aquellas que tintineando enviaban su calor. Las mismas que aveces parecen estar más apagadas suelen brillar con tanta fuerza que hacen que sus ojos se ceguen por las lágrimas.
Dejó que la luna la abrazara una noche de tristeza y fue feliz el día en que el Sol le dio su calor.
Muchas veces las nuves cubrieron el fulgor de las estrellas, pero el tiempo le enseñó a esperar que el viento decida llevarlas a algún otro lugar; que si han de descargarse en donde ella está, lo mejor es dejar que pasen las tempestades -pues tienen que pasar-, intentar mantener la calma, pues luego el mal pasa, y siempre de esas lluvias algo queda... que las estrellas no dejan de brillar.
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